¿Si un músico toca mal hay que pagarle?
- Boris Lermontov
- 12 mar 2015
- 2 Min. de lectura
En medio de la más insoportable mediocridad del “arte gironí” descubrí, con sorpresa, una perla negra escondida entre las fauces de un populismo catalano-correcto exacerbado.
Me explicaré. Cayó en mis manos la invitación a un evento con pocas probabilidades de que yo pudiera soportar. Fue, creo, en Figueres. Una amalgama de profesionales de la música, el teatro y la canción se habían reunido para poner en pie un musical de gran formato, con la pretensión de ser el paradigma del teatro musical. Yo asistí por el interés que me suscitaba la persona que me había invitado; un editor. Para ese tipo de energúmenos, los críticos siempre encontramos un momento para humillarnos. Se apagan las luces y, para mi sorpresa, disfruto de un espectáculo maravilloso, interpretado por su protagonista de manera magistral y con una partitura notable. No me lo podía creer… pero era cierto: me gustó.
Meses después veo que el mismo espectáculo programa el estreno en Girona capital, caramba, pensé, los teatreros de Girona se van a rasgar las vestiduras desde los palos de su gallinero. La cuestión no llegó a más y el estreno tuvo lugar con un lleno total. Yo repetí la experiencia, esta vez pagando religiosamente las entradas de mis acompañantes. El espectáculo volvió a ser magnífico. Su protagonista fantástica. Pero…
En una de sus mejores canciones, en un momento de clímax y grandeza escénica; el botarate del pianista substituto se quedó de brazos cruzados, ¡sin tocar! No había ningún instrumento además de él interviniendo en aquella canción. Nuestra magnifica protagonista se quedó sola como Kate Winslet en Titanic (en este caso el que se hundía era más feo que Di Caprio). La chica, gran profesional, cantó a capela sin desvanecer ni un ápice de su carisma y aguantó la escena con autoridad… y con la generosidad de no atravesar con la mirada al imbécil del pianista substituto que no daba una al percatarse de que tenía que estar tocando. La justicia es mi lema y quiero dejar claro que el pianista titular del espectáculo (el que vi en Figueres) era impecable. Pero en Girona, no sé porque motivo, fue substituido.
Hasta aquí nada grave… pero, si este pianista asesino de espectáculos hubiera sido un mediocre todo quedaría en una anécdota. Ahora bien, teniendo en cuenta de que el susodicho substituto era un renombrado profesional de “les comarques”, entonces nos encontramos ante un pecado mortal contra el arte, un caso de negligencia profesional, atentado contra la dignidad de una persona (la actriz expuesta en el escenario ante un público que desconoce si el error es suyo o del indigno ser que injustamente se sienta ante un teclado). En fin, simplemente no se había estudiado las partituras… qué asco.
Si a este mierda no se le paga la actuación se va a creer en el derecho divino de exigir “lo que es suyo”. Pues, no sé si le pagaron, pero yo le voy a dar lo suyo: Todo el mundo lo sabrá.
Boris Lermontov
(en zapatillas)



































Comentarios