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Quiero salir de mi

  • Ikeli O’Farrell
  • 13 abr 2015
  • 2 Min. de lectura

En el velatorio se fueron dos cuartos de mí aunque me veas entero.

A veces en mi cabeza dialogamos entre nosotros y siempre lleva la razón la mitad que me aleja.

De vosotros.

La insensible.

La que me dice que al final del pasillo hay un lugar que no se puede describir. Un sentimiento de grado constante, en línea recta. Que intenta dibujármelo pero no puede, alejado de las irregularidades provocadas por el ser humano que comió del fruto del árbol del medio del jardín.

Está tan cerca y a la vez tan lejos.

Tan lejos del odio y tan cerca del amor, como los nueve meses del feto que solo ama a quien le da calor y da patadas por el ansia de salir a conocerla.

Como las últimas horas de sedación en las que tu cuerpo te empieza a dejar de pertenecer, en las que deja de ser impuro y tienes la última oportunidad de pedir perdón para no prender eternamente.

La parte del Éxodo en la que Moisés dividió las aguas, guiando a su pueblo hacia unas manos ajenas a la esclavitud.

Yo también quiero liberarme.

Estoy esclavizado por las malas decisiones que tomé, por los malos caminos que elegí y por la apertura y entrega del núcleo de mi corazón a las personas que no pudieron soportar el peso de este y lo dejaron caer, partiéndolo en pedazos infinitos y devaluándolo hasta hacerlo insignificante.

Quiero salir de mí.

Estoy partido en dos mitades pero los sentimientos que me autodestruyen no quieren abandonarme.

Han hecho de mi piel su hogar.

Existen muchísimos kilómetros entre lo que queremos y la realidad.

En la vida hay muchos motivos por los que sufrir.

Pero de todos ellos.

Te elegí a ti.

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