A MIS DOS SOLES (El holocausto olvidado)
- M LLuïsa Valls Carreres
- 18 abr 2015
- 3 Min. de lectura
Caían
Copos de nieve gordinflones Como el plumón de los viejos patos.
Nadie de los ancianos del campamento
Había visto caer semejante nevada.
Se hundían nuestras dos piernas
En la pureza del manto
Blanco.
¡Como nevaba!
En mi memoria otras nevadas:
“Despuntaba la mañana vestida de blanco
Resaltando el color de todos los carromatos,
El de la ropa colgada en las ramas vecinas,
El de las cercas de nuestros animales
Enderezadas con pedazos
De hojalata pintados.
El color blanco
Realzaba
A flores vivarachas
Que amanecidas en algún rincón
Conseguían sobrevivir al frío invierno”.
Cuando la gran nevada del treinta y dos
Fue distinto, nuestro mundo quedó
Atrapado bajo una tumba
De hielo.
El agua
Del riachuelo se congeló.
El semblante del bosque se desfiguró.
La vida que palpitaba a sus pies se paralizo.
El hielo blanqueó el color de los carromatos,
Se acabó todo el forraje de los animales.
A los niños se les bien quitaron
Las ganas de corretear.
La naturaleza se nos desmadró
Tocando una serie de músicas inusuales:
Si por la mañana sonaban solemnes valses
Con copos bailando con trajeado galante,
A la tarde era un bailoteo de ventisca
Helada que silbando te arañaba
La frente como las hojas
De chumbera.
Tía Lyuba
Y Janni el abuelo ingenioso
Una tarde que el tiempo amainó
Se les ocurrió una idea salvando
A los niños del aburrimiento.
“¡Venga! Vamos a engalanar
Uno de los carromatos,
Lo pintaremos
Con dibujos varios.
Lo vamos a transformar
En el carromato más risueño
De entre los campamentos
Cercanos”
Se sacaron
A ventilar las pinturas
De los tiempos del Arca de Noé.
Se dio la opción a todos los colores
De mostrarse con toda su pompa,
Des del vergonzoso turquesa
Al explosivo verde
Chillón.
Al carromato elegido
Primero se lo vistió de blanco.
Se pactó que en esa base neutra
Cada niño tiñese a su antojo
Lo que le surgiera
Pintar.
Maya,
La niña más artista
De todos las mocitas del campamento
Dibujo en uno de los rincones a tocar de la rueda
Un caballo y al abuelo Janni cambiando su herradura,
Cuando los mayores dejamos caer nuestras miradas
En ese rincón disimulado quedamos perplejos.
Nació una pregunta en nuestro corazón:
¿Cómo unas manos de apenas
Catorce inviernos,
Podían crear
Un retrato tan pulido?
Mi abuela octogenaria Tshaya
Exploradora de incógnitas nos revelo:
A medianoche mirando entre las cortinas
He visto al rey de los Phuvus artistas
Retocando con sus manos
El dibujo.
Maya
Era una mujercita hermosa,
Le acariciaba la cintura su pelo negro.
Irradiaba de su rostro moreno la pureza,
Sus ojos almendrados y color avellana
Resplandecían como luceros
En su piel peinada
Por el sol.
Su andar resuelto
La señalaba la reina de las Kesalis.
Cuando ellas ocultas en el espeso bosque
Contemplaban el rostro traslúcido de Maya
Sentían algo prohibido entre las hadas,
Les invadían escalofríos
De envidia.
Su madre,
Más de una vez me confesó
Que cada día oraba por su hija primogénita
Para que ningún hombre se parara a lastimarla.
La diosa de la belleza había tomado cuerpo
En una adolescente del campamento,
Esto su madre lo vivenciaba
Como una amarga
Desventura.
En aquel
Invierno de la gran nevada
Algo más que unos dibujos se labraron
En aquel cano y venerado carromato,
Perduró gravado un Paramitsha
Tan autentico y poderoso
Que el incendio nazi
Con sus llamas
No alcanzó
Destruir.
En la vida
Hay ojos tan bellos,
Cabellos tan limpios,
Labios tan tiernos,
Pies tan lindos,
Manos tan calientes,
Facciones tan manifiestas,
Expresiones tan transparentes,
Brazos tan dispuestos acurrucando
Creando un nido en el centro del pecho...
Por bien seguro, que esos reflejos luminosos
Que muestran los seres humanos recuerdan
Que somos herederos de una gran alma.
Un alma maravillosa y sublime
Que nos da su aliento
Y nos nutre.
Un alma
Tan inmaculada y generosa
Solo comparable a la pureza de aquella nevada
Que cubrió miles de árboles, miles y miles de sus ramas.
Aún late muy adentro de mí el recuerdo de la gran nevada,
Aquellas noches silenciosas de luna reflejada en la nieve
Realzando el bosque con su cascada de luz blanca.
Aquel reverberar de destellos plateados
Aún permanece en mi corazón
Evocando el abrazo
Con la gran alma.
Esta alma grandiosa
Que a todos nos salvaguarda.
Fueron las noches de luna llena
Las más bellas por mí vividas,
Las de la intensa nevada
Del treinta y dos.
Fragmento extraído de la novela "A MIS DOS SOLES (El holocausto olvidado)"
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