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42, la parábola del misógino

  • Hanz Herrada
  • 27 abr 2015
  • 2 Min. de lectura

Marcelo se había dedicado en lo que llevaba de vida a complicar las cosas, era indeciso, incongruente, y la mayor parte del tiempo con un humor de los mil demonios, un mal humor que rebasaba los límites de un cascarrabias normal. Últimamente había estado en un proceso tipo trance, donde su yo y su súper yo, estaban en conflicto creándole una personalidad múltiple altamente corajuda y deficiente de felicidades y placeres; no le recordaba ningún buen momento observar los colores del cielo, o que la brisa fresca matutina besara su piel por las mañanas.

Lo que pasaba era que Marcelo estaba harto de conocer mujeres sin nombre, con seudónimos: recordaba como “provoca orgasmos” era una golfa en la cama, o como “cintura de avispa” tenía unos ojos encantadores, le maravillaba saber que en todos sus encuentros nocturnos “casuales” encontraba mujeres de lo mas inusuales, jamás nadie hizo caricias con su lengua como lo hizo “cara de mingitorio”, se alegraba de haber salido huyendo después de que “cara de caballo” sacara el arnés y la vaselina.

Un día decidido, Marcelo metió al taller su vieja Harley Davidson, tenía planes para ella, fue al barbero, compro ropa nueva, mejoró su estilo, y a la semana su moto en lugar de parecer un viejo abrelatas era la bella Harley del 67 que su padre le había regalado, por fin estaba listo para salir de cacería, se alistó y fue al bar de moda según esa temporada.

La conoció, era la mujer de sus sueños, el pidió un martini seco, ella una margarita de fresa, siguieron la conversación en el departamento de ella, mencionó su nombre, Natalia, se besaron, continuaron, Marcelo actuó por instinto, le arranco la lencería con encaje, ella le desabrocho el cinturón, continuaron, hicieron todo lo que se les ocurrió al instante. Marcelo despertó, se levanto de la cama, observó a Natalia recorrio con su mirada aquel cuerpo desnudo, fue al cuarto de baño, se lavo la cara, no podía creerlo, estaba frente a la mujer de sus sueños; fue entonces que sintió pánico, empezó a sudar frío, en silencio recogió sus calzoncillos, y su ropa, se cambio mientras bajaba las escaleras, y al montarse en su moto, volteo hacia la ventana perteneciente a la habitación donde se encontraba Natalia.

Sintió pánico al ver su vida siendo tan tan perfecta. Agregó a “lunar sexy en la nalga izquierda” a la lista, y arranco.

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Dibujo del autor

 
 
 

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EL ABISMO

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