Abole está esclavitud
- Melanie Beucher
- 13 may 2015
- 3 Min. de lectura
El corazón me pesa, se siente como si tuviera una gran montaña dentro de el. Y es que, por mas que intento entenderlo, no puedo comprender como es que tu ausencia pesa tanto si esta tan llena de nada.
Nada. Eso era lo que eramos, o tal vez eramos todo. O quizás, yo me lo imaginé.
Y aún sigo, aquí sentada entre libros, buscandote en personas que no existen, y aferrandome a fotos y mensajes viejos.
Palabras caducadas, y sonrisas que ahora parecen extrañas.
¿Esa era yo la que sonreia? ¿Por qué mis ojos brillaban?
Tal véz eras tú, o lo que me hiciste creer de ti.
O lo que quize ver de ti, y lo que me negue a ver.
Y ahora al mirarte a tus nuevos ojos, tu nuevo rostro y tu nueva sonrisa, me pregunto si siempre estuvieron ahí. Si, de alguna manera, yo no estaba mirandote a ti.
Quizás no, quizás solo quise a una proyección de una persona.
Y quiero creer eso. Es lo mas lógico, pero mi corazón no responde a ello.
El se burla, entre quejidos y lamentos diciendome tonta.
Y es como si tu recuerdo hubiera puesto cadenas a mi corazón, y en un afan egoísta y malvado, se niega a irse.
Y aún sigo aquí, si es que alguna vez preguntas por mí. En esta tortuosa habitación sin saber si voy o vengo, si fuí o volví, y mi gran duda:
¿Es tiempo de irme, o tiempo de quedarme?
No te regordees, me hubiera marchado cuando apenas note tu mirada helarse, pero el corazón jamas entiende de lógica y de razones, y siempre, a la noche, me suplicaba por una nueva oportunidad mas.
Y se la concedí, tantas veces que ya me es casi imposible recordarlas todas.
Que no se levante tu ego cariño, no era que fueras especial.
Solo necesitaba querer a alguien, como todos supongo.
Y ahí estabas tu, con pose de Macho Alfa mirando almundo desde un pedestal.
Aunque todo fuera mentira, te reconozco el don de actuacion.
¿Qué mas puede pedir una jovencita desecha y medio sola, medio acompañada pero no lo suficientemente querida?
Fui ingenua y credula, y te creí. Te creí todo.
Me arriesgaba a todo, estaba en mi punto óptimo. Yo, era la reina.
Pero, tú; no quisiste ser el rey.
Y despues de que te dejara echar un vistazo a mi alma, suspiraste cansado y te fuiste.
Así, sin mas. Y yo te dejé ir.
Por que ahora te veía, ahora realmente conocía tu alma, porque pude mirarla tambien.
Pero yo me iba a quedar, estaba dispuesta a abrir las cortinas de ella, barrer, sacar el polvo, ponerle mas color y llenarla de cosas hermosas.
Aún cuando la mia estaba a medio terminar, ya te daba todo, inclusive lo que no tenia.
Pero la pobre, despues de tantas espaldas antes sus ojos, simplemente se hizo chiquita y lloro, cuando entre la muchedumbre, vio la tuya.
Y ahora lo único que me queda es mi orgullo, o eso creo.
Y si alguna vez, por alguna casualidad piensas en mi, y decides leerme quiero que escuches mi ultima confesion.
Aunque tus ojos ya no me miren igual, tus labios se sellen en contra de mi, y tu cerebro me haya desterrado para siempre de tu memoria, si aun te queda algo de todo lo que te dí en tu corazon; piensa en mi.
Como yo lo hago, permanentemente. Agotadoramente.
Y ahora que veo tus ojos, los nuevos, veo al verdadero tu.
Con sus defectos, manías y soledades.
Y en contra de todo pronóstico, sigo quedándome desde lejos a tu lado.
Pero, cariño, mi orgullo no lo soporta.
Libera las cadenas. Desátame y déjame libre.
Jamás anhele algo tanto como la libertad.
Y es que si sigo aquí, jamás podré volar como yo quiero.
Desátame, déjame libre, y de una vez vete.
Sin fantasmas, sin recuerdos y sin “Y si…”
Tan solo márchate, completamente, certeramente.
Sin vacilación y ni dudas…
No des esperanzas, no juegues más al misterio.
Solo, vete.
Pero, te pido un último favor, déjame darte la espalda primero.
Tal vez he leído demasiados cuentos, y aún sigo creyendo, que me detendrás cuando te diga nuevamente, Adiós.

Comments