top of page

En el tren de las ocho XVII

  • Atane Sanz
  • 17 may 2015
  • 8 Min. de lectura

Capitulo 9

Capitán Luís Ramiro, amante o bandido.

Margarita

–¡Habrase visto! ¿Qué cree que está haciendo Capitán? ¡Asustar de ese modo a mi muchacha!– Le grité al Capitán, esa era la gota que colmaba el vaso y no me paré a pensar. Tenía que defender a mi cachorra. Porque yo, Margarita Azcona, la bohemia y libre telefonista, me había enamorado de la dulce Raquel, la hija que siempre deseé y que nunca tendría, por culpa de ese imbécil por el que he dejado pasar el tiempo y mis mejores años.

–Me extrañaba que no estuviera usted metida en esto ¡señorita metomentodo! Por si no se ha enterado estamos trabajando.– Me dijo a media voz, con sus ojos verdes brillando. ¿Con ira? Pues que se preparara porque sólo con mirarlo me estaba encendiendo cada vez más.

–Para usted, soy la señorita Margarita Azcona. Y visto lo visto ya me tiene muy harta. Llevo diez años pendiente de usted, de sus gritos y dictados, de su indiferencia. Todo, escúcheme bien, todo por verlo feliz, aunque sólo fuera un momento. ¿Y cómo me ha pagado?

–Yo…

–¡No, no conteste! Se lo voy a decir yo. Me ha tratado como si estuviera pintada en la pared. ¡Uy! si, con total indiferencia, como si yo no fuera más que una pobre idiota, de la que se aprovechaba sabiendo que me moría por su cara bonita, sus ojos verdes y su hoyuelo en la barbilla. ¿Pero que se ha creído?

Le gritaba cada vez más enfadada, mientras con el dedo índice le iba dando golpecitos en el hombro – ¿Qué porque tiene ese cuerpo y esa altura, y ese…todo, me iba a mangonear a su antojo?

¿Qué puede dirigir la vida de mis muchachos para convertirlos en hombres fríos y amargados, mientras yo sigo calladita. Pues no, se acabó. No lo soporto ni un minuto más.

–Marga, por favor, no creo que…

–¡Que te calles! Me importa un comino lo que tú creas. A partir de hoy no me vas a tener que aguantar más. Pero no me voy a ir sin decirte cuatro verdades. Porque he visto a esos chicos llorar y retorcerse el uno por el otro. Porque se quieren. Si, se quieren con un amor que “tú” no vas a sentir nunca. Y has visto como esa… esa loca los separaba y no has hecho nada. ¡Dios mío! nada. Has visto a Carlos muerto en vida, destrozado. Has visto como renacía con Raquel, como se adoran. Y has visto a esa petarda de Laura meterse entre ellos de la forma más dañina y tú Capitán, no has hecho nada. Lo has mirado todo desde tu indiferencia.

Pues disfruta de tu trono de hielo, señor perfecto, porque ahora que te conozco tan bien, me arrepiento haber perdido diez años…– No me dejó terminar la frase, sujetó mi muñeca, harto de sentir mi dedo clavarse en su pecho a la vez que me arrastraba para poder abrazarme. Y contra todo pronóstico me besó.

Me besó duramente, tomando mis labios con hambre y desesperación, como si llevara tiempo deseándolo.

–Cállate de una vez Marga– me dijo separando sus labios de los míos para volver a devorarme durante un instante y volver a separarse. – Cállate porque no respondo de lo que te puedo hacer delante de todos y seremos nosotros los que demos el espectáculo. Ahora me vas a escuchar a mí. Sufro por todos y cada uno de mis muchachos. Y no te consiento que me trates de frío y controlador, porque llevo más de cinco años intentando controlarme contigo, mientras me provocabas con tu risa y tu perfume. Dándome duchas frías cuando me hacías arder con las curvas de tu cuerpo y el contoneo de tus caderas. Y no te consiento que me digas que no voy a saber nunca lo que es el amor, porque llevo años sintiéndolo por tu culpa.

Menos mal que me tenía bien sujeta con sus fuertes brazos porque, juro que mis rodillas se me doblaban como si estuvieran pegadas con chicle.

–Ahora señorita Azcona. Vamos a terminar el trabajo y después muy calladita, se va subir a mi coche, la voy a llevar a mi casa y se irá directa a mi habitación mientras tomo una ducha. Allí, me va a esperar completamente desnuda tendida en mi cama, de la que no va a volver a salir en mucho tiempo.

–Pero Capitán…

–Tsshh. Para ti Luis. No hay peros. Aquí y ahora termina el juego.

Permanecí callada todo el trayecto a su casa. No es que no tuviera nada que decir, era solo que no quería romper la tregua que sin darnos cuenta habíamos establecido en el Range Rover de Luis.

Hacerlo sólo conseguiría aumentar mi ansiedad. Había perdido mucho tiempo por miedo a ser rechazada. De haber sabido su reacción ante mis ataques…

Durante años lo había querido, lo había deseado. Sólo verlo me producía deliciosas sensaciones entre mis piernas, y también durante años había deseado gritarle lo idiota que era. Echarle en cara lo que se estaba perdiendo ignorándome como lo hacía.

Me rompía el corazón cada vez que se iba en dirección contraria a la mía con tal de no pasar por mi lado. Cada vez que fijaba la vista en sus papeles para no mirarme a la cara cuando le hablaba. Me moría cada vez que le pillaba devorando con esos impresionantes ojos verdes a otras mujeres más jóvenes que yo.

Tenía cincuenta años y ya no era una mujer tersa. Los años y la maldita gravedad descubierta por el insufrible Newton, habían dejado su huella en mi cuerpo, pero aún era bastante atractiva. No había tenido hijos por lo que mis curvas más o menos blandas continuaban inspirando algún que otro piropo. Todavía conseguía proposiciones de hombres deseosos de meterme en su cama.

Había asumido que ya no era una niña, pero conservaba el espíritu joven y las ganas de vivir, por lo visto eso me hacía más apetecible, para todos. Bueno, para todos menos para el severo, iracundo y frío Capitán Luís Ramiro.

Después de tanto tiempo haciéndome notar, contoneándome en sus narices y utilizar todas mis armas de seducción, lo único que consiguió sacarlo de su bunker emocional habían sido cuatro gritos y una amenaza de dejar el trabajo.

Mientras las calles iluminadas de la ciudad pasaban por la ventanilla del automóvil, los nervios se iban apoderando de mí, hasta el punto de sentirme como una virgen inexperta ante su primera cita.

Luis

Las canas habían empezado a poblar mi pelo como demostración inexorable del paso del tiempo. Me encontraba atrapado, mirando pasar los años y preguntándome qué demonios estaba haciendo con mi vida. Acababa de formar parte de un rescate de quince hombres afortunadamente todos con vida. Volverían a sus casas con sus familias, sus hijos. Esposas o novias los recibirían como a héroes, mientras yo me encerraría en mi casa y aprovecharía para beber un poco más de lo que era habitual para intentar olvidar mis pesadillas, producto de tantos años peleando contra catástrofes naturales y provocadas, accidentes y devastación y contra los pensamientos de esa condenada mujer que me ponía duro sólo con pensar en ella. Nada más con verla me ponía tan tenso que tenía que luchar conmigo mismo por la necesidad de tocarla.

No me resultó difícil asimilar que la mujer en cuestión se encontraba frente a mí dándome la bronca.

Era como si al gritar a esa parejita en plena reconciliación, la hubiera conjurado.

Ahora sólo quedaba saber si el destino había llevado ante mí a esa atractiva mujer para hacer realidad mis sueños más calientes.

Bueno, siempre me quedaba arriesgarme. Después de todo ya habíamos jugado suficiente tiempo al gato y al ratón.

Y mientras me apuñalaba con su dedo acusándome de frialdad y de mil idioteces más, yo solo podía pensar en su boca. Una boca que había soñado con besar en mis noches más oscuras. Unos labios que besaban cada rincón de mi cuerpo y consolaban el dolor de mis cicatrices.

La había soñado tantas veces tendida en mi cama, vestida únicamente con unas minúsculas bragas de encaje negro, y su sedoso pelo rubio esparcido en mi almohada. Húmeda de excitación, deseando tenerme en su interior y gimiendo de una manera que me hacía imposible resistirme.

Ella no paraba de sermonearme y de señalarme con su dedo inquisidor hasta que terminó con la última gota de mi paciencia. La sujeté por la muñeca, la abracé y una neblina de lujuria se apoderó de mi cuando la hice callar con mis besos. Su sabor dulce y apasionado me convirtió en su esclavo. Dejé que mis instintos me dominaran y bajé todas mis barreras.

Sentir sus labios calientes en mi boca, su cuerpo maduro entre mis brazos me hizo dar por concluido el juego.

De ahora en adelante ella sería mía, mía para adorarla, para amarla, mía para poder dormir por las noches con ella enredada en mi piel, mía para despertar juntos cada mañana.

Cuando entramos en mi casa, apenas encendí las luces. Casi la arrastré hasta mi habitación y la dejé allí sola, mientras yo cumplía mi palabra entrando en el cuarto de baño para darme una ducha. En el fondo quería darle tiempo para que decidiera si quería huir o quedarse.

Tenía miedo de salir del cuarto de baño y ver que se había marchado, pero cuando la vi sentada a los pies de mi cama retorciéndose los dedos de las manos por culpa de los nervios, mi corazón empezó a latir tan veloz, que temí sufrir un infarto de pura satisfacción.

–No estás desnuda– mascullé arrastrando las palabras, fingiendo que no me sorprendía tener a la protagonista de mis sueños eróticos de los últimos seis años, sentada en mi cama.

La hermosa mujer de piel cremosa que me esperaba sentada, entrecerró ofendida sus preciosos ojos castaños.

–¿De verdad esperabas que te obedeciera así, sin más?

–No, sin más no. Estás en mi habitación. Te he avisado que pienso follarte por el resto de nuestras vidas y yo llevo solo una toalla.

Toalla que si te fijas bien verás que apenas tapa la excitación que me provocas señorita Azcona. << y porque me muero por ti>>

–Deja de desnudarme con la mirada– espetó ella– Podrías invitarme a tomar algo, un café por ejemplo.

–De acuerdo, haré café, pero no te garantizo que llegues a tomarlo.

Y sin importarme que viera la tremenda erección que lucía, me quité la toalla y me puse un pantalón de pijama que momentos antes descansaba sobre el baúl frente a la cama.

–Creo…creo que no voy a quedarme, Luis.

–¿Tienes miedo de caer en la tentación Azcona?¿Sólo te gusta el juego de volverme loco?– la recorrí de arriba abajo con la mirada, sabiendo que no se echaría atrás ante una provocación, porque ahora era mía, y no le permitiría escapar.

Mi miembro comenzó a latir imaginando sus gemidos de placer y el éxtasis que sentiría cuando alcanzáramos juntos la liberación. Esas imágenes me torturaban haciéndome experimentar un ansia que estaba seguro que otra mujer no podría saciar.

Cinco años de tormento soñando con una noche con ella, anhelándola, sabiendo que era la única capaz de excitar mi cuerpo como si fuera un adolescente.

Me abalancé sobre ella dejándola de espaldas contra el colchón, sujetándole las manos por encima de su cabeza, aprisionándola con mi cuerpo. Sus pechos contra mi pecho desnudo, mis piernas entre sus piernas, mi pene erecto a punto de explotar rozando su sexo, separados únicamente por sus pantalones vaqueros y mi pantalón de pijama.

Había colmado mi paciencia, no necesitaba más señales de su interés por mí. Si me quería era hora de demostrarlo, si no me quería, estaba dispuesto a atarla a mi cama hasta convencerla.

Ya no éramos unos chiquillos para alargar más este dichoso juego.

–No te irás a ninguna parte Azcona. Te quedas aquí conmigo, en mi cama, en mi casa y en mi vida. Te voy a follar toda la noche, hasta hacerte entrar en razón o hasta que los dos caigamos fulminados por el exceso, pero juntos. ¿Me has entendido?

–¿Es una orden Capitán?

–No, amor mío, es un hecho. Y si me dejas, de los años que me queden por vivir, te voy a demostrar cuanto te quiero. Ahora Margarita Azcona, desnúdate, porque en este momento da comienzo el resto de nuestra vida.

Una inyección de esperanza invadió mi cuerpo. No me contestó, pero su sonrisa y el brillo en sus preciosos ojos castaños me demostraron que había dicho las palabras correctas.

Rodeó mi cuello con sus brazos, y esta vez fue ella quien inició el beso. Primero suavemente, después más agresivo, introduciendo su dulce lengua en mi boca, explorando, aprendiendo y sobre todo devolviéndome la ilusión.

Sí, definitivamente el beso de Marga, daba por finalizada una vida solitaria y marcaba el inicio de mi nueva vida, la de Luís Ramiro el amante.

el tren de las ocho.jpg

 
 
 

Comments


 Buscar por tags 

S

Suscríbete para Obtener Actualizaciones

¡Felicitaciones! Estás suscrito

EL ABISMO

bottom of page